¿Por qué la construcción huye del denominado Greenwashing?

¿Por qué la construcción huye del denominado Greenwashing?

Es prácticamente imposible que una obra no repercuta de alguna manera en el punto donde se levanta. Todas tienen cierto impacto, ya sea en el terreno o en la vida natural. Hay cientos de ejemplos de obras que han supuesto un gran dolor de cabeza para el planeta. Un problema al que, afortunadamente, el conocimiento cada vez más verde de la construcción intenta poner soluciones sostenibles de verdad.

Los expertos lo tienen claro: «Antes la visión de los proyectos era tecnocrática y única», asegura uno de los especialistas a los que el diario El País recurrió para elaborar este reportaje. A lo largo de sus líneas se menciona un término que, posiblemente, se escuchará cada día con más fuerza: se trata del Greenwashing, definido como las malas prácticas constructivas que se utilizan para presentar un proyecto como algo «verde» cuando realmente no se trata más que de postureo ambiental.

Ya sea por el incumplimiento del protocolo de Kioto, por ignorar sistemáticamente el Acuerdo de París (sobre todo por la falta de concreción en la toma de decisiones), o simplemente porque el 70% de la población vive en territorios donde el hormigón se ha erigido como protagonista, es el propio sector constructivo el que escapa de las viejas tendencias para zambullirse en proyectos donde importa más «la ecología y los asuntos sociales». ¿Cómo se ha conseguido esto? Entendiendo una obra como un proceso en el que tiene que participar más de una especialidad. Si hablamos de proyectos civiles, ahora toman parte biólogos, geólogos o sociólogos para dotarlos de una «visión más holística».

Incluso los propios ciudadanos pueden tener un papel mucho más activo a la hora de construir el entorno en el que viven. La cubierta vegetal de la M30 en Madrid o los Parques del Río de Medellín (Colombia) son claros ejemplos de que se puede reinterpretar la ingeniería y la arquitectura para dotarla de una visión mucho más verde, que verdaderamente se comprometa con el medio ambiente. De hecho, los serios problemas por los que atraviesa el planeta (y de los que no somos ajenos aquellos que tenemos una responsabilidad ambiental) ya han hecho que se ejecuten «proyectos de ingeniería que contemplan las consecuencias derivadas» del cambio climático.

El hormigón no ignora el problema

«El alto desarrollo económico de la sociedad en el último siglo ha incrementado el volumen de construcción en hormigón de manera significativa», reconocen desde Oficemen. No obstante, el propio sector es consciente de que su uso masivo es precisamente el mejor motivo para regularse y mejorar desde dentro. Ya en 2011 se creó el certificado «Hormigón Expert», que pretendía dar visibilidad a aquellos productores que tuvieran muy en cuenta tres pilares básicos: calidad, seguridad y demostrado compromiso por el medio ambiente.

A todo ello hay que añadir la búsqueda incesante de un hormigón (entendido como el propio material) mucho más verde. El uso del grafeno, por ejemplo, ya ha demostrado ser un avance real para reducir las emisiones. Gracias a este material se consigue un hormigón más resistente y menos propenso a la reparación. Los datos son prometedores: la británica Universidad de Exeter asegura que las emisiones de CO2 pueden disminuir hasta «446 kilos por tonelada» gracias al grafeno.

Incluso en España hay buenos ejemplos de investigación en este sentido. «En pleno periodo de evolución, la Politécnica de Valencia ha logrado el hormigón celular más ecológico del mundo», apuntan desde Acción por el Clima. Para dar a luz un hormigón más ligero y resistente han acudido al reciclado de materiales ya existentes (una de las grandes patas de la economía circular) y a otros elementos biológicos como cenizas de cáscara de arroz. Los responsables de este proyecto también son muy optimistas por el vuelco que estos avances pueden suponer para la construcción y el planeta: “se han obtenido tanto densidades como resistencias a la compresión como conductividades térmicas muy similares a las de los hormigones celulares tradicionales, lo que hace muy viable su futura industrialización”, aseguran.